2014: Un Chile sin Pobreza

Seguramente, para muchos, el año 2014 será un año más. Muchos aun tienen la duda de si llegaremos efectivamente a ese año, puesto que a viva voz se plantea que el 2012 todo se acaba, por lo cual no genera mayor importancia el "como" lleguemos si no el "si" llegaremos. Para otros, y me incluyó, no nos preocupa en lo absoluto la tesis del 2012 y estamos tremendamente atentos al "como" lleguemos al 2014, esencialmente por un punto en particular. En la pasada cuenta pública del 21 de Mayo el Presidente Piñera planteó la meta de acabar con la extrema pobreza de aquí al 2014. Ambiciosa, por cierto, una meta que ningún país ha logrado alcanzar. Ilusionante, eso sí, la idea de ver un país sin precariedad y con gran dignidad. Para los que, con suma atención, digerimos dicho desafío, resulta casi una obligación reflexionar al respecto.

En Chile el 13.7% de la población total se encuentra bajo la linea de la pobreza. De este porcentaje, cerca del 5% representa a la pobreza más cruda: la indigencia. En términos nominales, cerca de 2 millones de compatriotas son pobres, según datos de la Encuesta Casen del 2006. Indudablemente, desde el retorno a la democracia se ha avanzado enormemente en materia de protección social, y los pobres de antes hoy ya no son pobres. Sin embargo, el desafío no esta completado, y día a día la sociedad no debe olvidar de que aun hay gente en dicha situación de precariedad, carencia y necesidad. En este sentido, resulta tremendamente llamativo, semi anecdotico y paradójico, que existan estadísticas que comprueben la tesis de que la pobreza, en general, podría palearse con un 1% del PIB. Es decir, con un 1% de la producción chilena, con un 1% de lo que renta la sociedad. En general, los grandes grupos empresariales de Chile anualmente facturan utilidades valuadas por mucho más que un 1% del PIB. Más anecdotico aun, pensar que un grupo empresarial podría concentrar, holgadamente, la solución a una situación tan alarmante y lamentable para nuestro país, para nuestra sociedad. En general, números, cifras, que al final del día terminan en "dato" y no logran evolucionar a la "acción".

La distinción es necesaria. Una cosa son los números. Simples, llanos, precisos, obedientes a la naturaleza intrínseca de su progenitora: la matemática. Nos entregan información precisa del estado actual de la problemática, pero jamás la solución. Dependerá, de múltiples factores. Sería muy fácil resumir el problema de la pobreza a entregar el 1% de nuestra renta nacional. Sencillamente se podría realizar el ejercicio y ver como al año siguiente, paradojicamente, la pobreza no ha desaparecido. Algo así como un cáncer, pero más maligno. Se concluye, a ciencia cierta, de que al final del día la pobreza no se soluciona con la entrega del 1% de nuestra producción, de nuestro consumo, de nuestro ahorro. La pobreza es un problema mucho más crudo, mucho más inserto, mucho más pragmático que una simple transferencia de fondos entre los quintiles sociales y el Gobierno. La pobreza es un problema social, de individuos, y por ende requiere soluciones que partan de la base: el individuo. Surge la pregunta: ¿de donde proviene el individuo? o más incisiva aun: ¿como se mejora la calidad de los individuos?.

Es indudable de que se necesitan mejoras. Si no se necesitaran, hace ya varios años la pobreza no sería un problema. Para acabar con la pobreza se debe mejorar la calidad de los individuos, y de ahí, la sociedad. Con una mejor sociedad se crea un mejor Estado, compuesto por personas, y con ello se obtiene una mejora sustancial en todos los entes de la sociedad. Así, se tienen mejores escuelas, mejores universidades, mejores bancos, mejores parques, mejores estándares comunes de vida en sociedad. Con esto, ya la pobreza dejaría de existir por simple inercia. Los individuos nacen de la familia, el principal eje y motor de la sociedad. Lamentablemente, se ha confundido el concepto de "familia" con el dogma de "familia". Eso ha motivado a corrientes políticas a desconocer la importancia de la familia. En general, cuando eso ocurre, se pierde la esencia de la sociedad, puesto que la sociedad nace de la familia, la fábrica de los individuos. Fortalecer la familia, independiente de su constitución, los valores, mejorara la sinergia que mantiene cohesionada las partes que la componen y dan lugar a aquella identidad particular de esta, y esta es la principal solución y el desafío que deben emprender los Gobiernos para cimentar la base para solucionar los problemas subyacentes a esta situación. Valores como la solidaridad, la entereza, la perseverancia, el amor propio y al trabajo bien hecho, darán lugar al valor clave: el desarrollo, el crecimiento. Así, terminaremos con el absurdo vicio de hablar solo de "crecimiento económico" y resumir, a números, dilemas sociales que requieren una mucho más profunda discusión, por más tediosa que pueda ser.

Es así, como al final del día, la sociedad misma soluciona sus problemas. Sin embargo, una sociedad para ser capaz de solucionar el problema primero debe "conocer" el problema y "dimensionar" el grado del problema. He ahí el rol de las autoridades, ser ejemplos y guías no solo en la toma de decisiones, sino en la toma de destinos. De esta forma, la sociedad jamás pierde su hoja de ruta y consigue el tan ansiado avance para la consecución de las metas que se plantea. Es encomiablemente ambiciosa la meta estipulada para el 2014. Solo sabremos si es factible, si hoy, en el 2010, comenzamos a trabajar, no solo con cifras.

Casi! una Economía de Guerra

Seguramente nunca antes el titulo de este blog había cobrado tanta validez y tanto significado. "No somos nadie!" parecía ser un título que incitara a interesarnos más en los temas públicos, en este caso los expuestos en este blog, apelando a la cruda verdad de que para contar dentro de la sociedad se requería de ese interés, sumado a un grandisimo y cuantioso esfuerzo. Sin embargo, son situaciones como las del 27 de Febrero que transforman un simple apelativo en una cruda realidad.

El día 27 de Febrero la naturaleza se encargo de recordarnos algo que comúnmente los humanos olvidamos con facilidad. Lamentablemente fue una forma poco ortodoxa de hacerlo. Sencillamente en breves (pero a la vez eternos) dos minutos y medio una economía completa, junto con sus respectivos protagonistas, sucumbió ante el inminente accionar de fuerzas conocidas, pero jamás controlables. De más esta decir que al utilizar el concepto de "economía" englobamos un centenar de subcategorías con un desglose preocupante, alarmante y crudo, que valdría la pena revisar para comprender de mejor forma la catástrofe ocurrida. Sin embargo, el propósito de esta entrada no es precisamente generar una conciencia humana de lo ocurrido, pues cada uno, con lo visto, ya podrá tenerla de sobra. El propósito de esta entrada es reflexionar acerca del delicado estado de nuestro sistema económico nacional, luego de una catástrofe como la vivida por nuestro país.

Es indudable que muchos evalúan la normalidad del diario vivir con servicios básicos y su disponibilidad. Es por esto que muchos perdieron el control al evidenciar que tanto el servicio eléctrico, como el suministro de agua potable, sucumbieron ante la arremetida del terremoto y posterior tsunami. Este hecho, por sí solo, ya evidencia un estado de anormalidad dentro de la economía. Pensar que es solo una de tantas consecuencias que día a día debemos soslayar. En palabras simples, nuestras preferencias, nuestras expectativas, nuestro modus-operandi, principalmente relacionado con supervivencia y bienestar, debieron ser obligadamente readaptados a la nueva realidad, al nuevo contexto, a la nueva forma de vivir el día a día. Si antes acudíamos a una farmacia para adquirir un producto para la gripe después de la catástrofe muchos recurrían a una radio, a carabineros o a alguien con uniforme. Muchos acudían a la farmacia de todas formas, pero con una actitud de adquisición muy distante de la que ejemplifica a un "comprador". Y es que muchos, casi por inercia, cambiaron de forma muy radical sus conductas. Desde Juan Diaz hasta John Days (se entiende eso?). Lo cierto es que, justificable o condenable, gran parte de lo que hoy debemos sopesar, al final del día, fue producto de las malas decisiones que, antes y después, tomamos como sociedad.

Hoy debemos lidiar con un escenario muy parecido al de una economía de guerra, salvo que esta guerra la empezaron unos y la siguieron otros. Muchos optaran por restarle perfil, crédito y hasta tildar de "exageración" la reflexión pertinente. Lo cierto es que las cifras son bastante claras y los hechos también. A un mes de la catástrofe vemos que todo "recién" vuelve a la normalidad, pero los verdaderos efectos económicos de esta situación se verán más adelante. Porque claro, en un mes no se podrá pretender cancelar una deuda. Pero ya en pie, es hora. Bajas de productividad, aumento del costo de vida, aumento de la tasa de interés, baja en las exportaciones, serán temas que pronto se tomaran los noticiarios, o al menos, las consecuencias provenientes de estos conceptos. Es evidente, todo tiene su costo alternativo.

Con el paso de los días cada integrante de esto que llamamos "sociedad" deberá esforzarse de forma obligatoria. Probablemente muchos no se darán cuenta hasta que realicen sus cálculos mensuales pertinentes. Lo cierto es que, como ya es común en las sociedades, la falta de unos pocos condena a la multitud. Así ocurre en una guerra, así ocurre en una catástrofe natural. Lamentable es pensar que parte de las consecuencias provienen de acciones totalmente evitables. Lo bonito de todo es que a diferencia de una economía de guerra, la disposición de las personas, al menos en nuestro país, ha sido un ejemplo y un motivo de orgullo para nosotros, frente a sociedades observadoras. La perseverancia, la solidaridad y la entrega, han sido soportes actitudinales claves a la hora de re-articular el puzzle de nuestro bienestar. Con gran orgullo y optimismo concluimos que hemos llegado a estar casi! como una economía de guerra, de la que sin duda saldremos adelante.