Casi! una Economía de Guerra

Seguramente nunca antes el titulo de este blog había cobrado tanta validez y tanto significado. "No somos nadie!" parecía ser un título que incitara a interesarnos más en los temas públicos, en este caso los expuestos en este blog, apelando a la cruda verdad de que para contar dentro de la sociedad se requería de ese interés, sumado a un grandisimo y cuantioso esfuerzo. Sin embargo, son situaciones como las del 27 de Febrero que transforman un simple apelativo en una cruda realidad.

El día 27 de Febrero la naturaleza se encargo de recordarnos algo que comúnmente los humanos olvidamos con facilidad. Lamentablemente fue una forma poco ortodoxa de hacerlo. Sencillamente en breves (pero a la vez eternos) dos minutos y medio una economía completa, junto con sus respectivos protagonistas, sucumbió ante el inminente accionar de fuerzas conocidas, pero jamás controlables. De más esta decir que al utilizar el concepto de "economía" englobamos un centenar de subcategorías con un desglose preocupante, alarmante y crudo, que valdría la pena revisar para comprender de mejor forma la catástrofe ocurrida. Sin embargo, el propósito de esta entrada no es precisamente generar una conciencia humana de lo ocurrido, pues cada uno, con lo visto, ya podrá tenerla de sobra. El propósito de esta entrada es reflexionar acerca del delicado estado de nuestro sistema económico nacional, luego de una catástrofe como la vivida por nuestro país.

Es indudable que muchos evalúan la normalidad del diario vivir con servicios básicos y su disponibilidad. Es por esto que muchos perdieron el control al evidenciar que tanto el servicio eléctrico, como el suministro de agua potable, sucumbieron ante la arremetida del terremoto y posterior tsunami. Este hecho, por sí solo, ya evidencia un estado de anormalidad dentro de la economía. Pensar que es solo una de tantas consecuencias que día a día debemos soslayar. En palabras simples, nuestras preferencias, nuestras expectativas, nuestro modus-operandi, principalmente relacionado con supervivencia y bienestar, debieron ser obligadamente readaptados a la nueva realidad, al nuevo contexto, a la nueva forma de vivir el día a día. Si antes acudíamos a una farmacia para adquirir un producto para la gripe después de la catástrofe muchos recurrían a una radio, a carabineros o a alguien con uniforme. Muchos acudían a la farmacia de todas formas, pero con una actitud de adquisición muy distante de la que ejemplifica a un "comprador". Y es que muchos, casi por inercia, cambiaron de forma muy radical sus conductas. Desde Juan Diaz hasta John Days (se entiende eso?). Lo cierto es que, justificable o condenable, gran parte de lo que hoy debemos sopesar, al final del día, fue producto de las malas decisiones que, antes y después, tomamos como sociedad.

Hoy debemos lidiar con un escenario muy parecido al de una economía de guerra, salvo que esta guerra la empezaron unos y la siguieron otros. Muchos optaran por restarle perfil, crédito y hasta tildar de "exageración" la reflexión pertinente. Lo cierto es que las cifras son bastante claras y los hechos también. A un mes de la catástrofe vemos que todo "recién" vuelve a la normalidad, pero los verdaderos efectos económicos de esta situación se verán más adelante. Porque claro, en un mes no se podrá pretender cancelar una deuda. Pero ya en pie, es hora. Bajas de productividad, aumento del costo de vida, aumento de la tasa de interés, baja en las exportaciones, serán temas que pronto se tomaran los noticiarios, o al menos, las consecuencias provenientes de estos conceptos. Es evidente, todo tiene su costo alternativo.

Con el paso de los días cada integrante de esto que llamamos "sociedad" deberá esforzarse de forma obligatoria. Probablemente muchos no se darán cuenta hasta que realicen sus cálculos mensuales pertinentes. Lo cierto es que, como ya es común en las sociedades, la falta de unos pocos condena a la multitud. Así ocurre en una guerra, así ocurre en una catástrofe natural. Lamentable es pensar que parte de las consecuencias provienen de acciones totalmente evitables. Lo bonito de todo es que a diferencia de una economía de guerra, la disposición de las personas, al menos en nuestro país, ha sido un ejemplo y un motivo de orgullo para nosotros, frente a sociedades observadoras. La perseverancia, la solidaridad y la entrega, han sido soportes actitudinales claves a la hora de re-articular el puzzle de nuestro bienestar. Con gran orgullo y optimismo concluimos que hemos llegado a estar casi! como una economía de guerra, de la que sin duda saldremos adelante.