La Vedette


Partió con nada y termino con todo. Todo, excepto la gloria. Es, sin lugar a dudas, una verdad incomoda para los miles y miles de detractores de Marco Enriquez-Ominami que a lo largo y ancho de la campaña lo "denostaron", a veces de forma vil y desprolija, por haber reclamado un sitial en la carrera presidencial. Unos apelaban a su inmadurez, a la falta de experiencia en política y la nula gobernabilidad que garantizaba su candidatura. Otros, simplemente, apelaban al insulto, por costumbre, por inercia. Lo cierto es que, con insultos y otras hierbas, ME-O logró la votación más alta captada por un independiente desde la vuelta a la democracia y por cierto, logró aglutinar dentro de su votación a miles y miles de chilenos que con su voto definirán si será Piñera o será Frei el próximo Presidente de la República. En este sentido, ME-O no logró pasar a segunda vuelta, pero es el protagonista de estas elecciones. Es, simplemente, la vedette.

Al igual que una vedette ME-O logró crear una idea atractiva, un proyecto serio, una alternativa concreta a la democracia chilena desde unos cimientos precarios, desconocidos y poco confiables. Una vedette es aquella que toda una vida ha convivido con las sombras, en la penumbra de sueños fortuitos y ambiciosos, que solo en la vida de pocos se podrían concretar. Sin perjuicio de las antiguas generaciones políticas ligadas a ME-O, esto también es aplicable. Una vedette solo en los sueños podría llegar a ser una actriz. ME-O solo en los sueños podía ser la carta presidencial de la Concertación. Sin embargo, el espectáculo que comenzó a ofrecer era una maravilla. Un espectáculo que poco a poco comenzaba a identificar a más y más gente. No se trataba de simple entretención, no se trataba de solo faranduleo, había algo más. Por eso se mantuvo firme y creciente, hasta el día de los comicios. Aunque muchos no lo quisieran, en una democracia, a fin de cuentas, eso se premia. Los aportes millonarios poco a poco comenzarían a llegar, vinieran de donde vinieran. Y es que las vedettes jamás han segmentado a su público. A fin de cuentas, la fama es la fama, el cariño es el cariño. Nadie discrimina amor cuando se le ha odiado toda una vida.

En el día, los insultos, los peyorativos, las muletillas y los desaires no se hicieron esperar. Y es que claro, el "establishment" es caprichoso y cizañero. Frente a esto la locuacidad y el intento de elocuencia pudieron más que la inescrupulosa displicencia con la que se fue gestando la campaña. Hasta al candidato de la izquierda dura se le tenia más respeto, pasando por alto la seriedad, consecuencia y responsabilidad de las ideas y propuestas que defendía. Pero era todo parte de la misma esencia de la candidatura marquista, algo que no supieron los otros comandos. A una vedette le encanta que le digan vedette, porque si no se creyeran el cuento no se pararían en un escenario. A Marco siempre le gustó ser el díscolo. No se le podía intentar menoscabar recordándoselo. Después de toda una campaña aquella candidatura versátil, decidida y audaz lograría concentrar un apoyo encomiable. Al final, llegaría el reconocimiento. El aplauso del público.

Definitivamente, Marco consiguió sus objetivos y muy probablemente logró superar sus expectativas. Sin embargo, debe quedarle una sensación amarga, un gustito agridulce. Más allá de no haber pasado a segunda vuelta, y ya no poder convertirse en el Presidente del Bicentenario, la pena es la de haberse enfrentado a la triste realidad, con tintes circenses. Y es que la vedette es feliz, recibe el reconocimiento del público y la ovación de centenares de personas posadas sobre sus pies, solo mientras permanece en el escenario, porque claro, al bajar, la estrella se apaga. Hoy son muchos los que día a día intentan acercarse a Marco porque su voto es la clave de la elección. Piñera y Frei basan sus estrategias para parecerse a Marco, porque es la moda, porque es la tendencia. No obstante, saben que demostrar explicitamente ese deseo hará que les salga el tiro por la culata. Lo veneran en silencio, porque no renta, porque no conviene. Al igual, como se venera a una vedette, por culpa de estereotipos, por protocolos, por imagen, por el "que dirán".

Es así como al final del día, Marco Enriquez-Ominami es la vedette. Una estrella que de la nada logró brillar, pero que apagadas las luces y cerrado el telón, sigue siendo una persona solitaria, incapaz de alcanzar el merecido reconocimiento explicito y constante de la clase alta y la sociedad entera. Una estrella, con fecha de caducación.

1 comentarios:

Roberto Tiznado dijo...

Buen artículo Matías.

Pero me permito discrepar en un par de conceptos. No comparto cuando dices que MEO representó un proyecto serio y una alternativa realmente concreta a nuestra anquilosada Democracia. Sí claramente encarnó un proyecto "atractivo" y "novedoso". Pero justamente, a pesar del descontento del propio "pueblo concertacionista" con su candidato, no logró mayor adhesión fue por la falta de estructuras sólidas y por ende, mayor confianza.

Pero sí.. Marco fue y sigue siendo lejos la "vedette" de esta elección. Se dio el gran gusto hacia quienes lo menospreciaron. Luchó contra Ministros en campaña, contra funcionarios públicos en campaña.. y solamente perdió por 9 puntos.

SI gana SP como sucederá, MEO sigue siendo la "vedette", por 4 años más. Pasa a ser una "estrella" sin fecha de caducación.

Yo valoro de él la forma de enfrentarse al "establishment" y de a pesar de no tener aún mucho "fondo", sí le puso "color" a una elección que sin él pasaba a ser bastante fome, como lo será esta 2º vuelta.

Ojalá siga escribiendo Usted, lo hace muy bien. Un abrazo